El síndrome de la hermana mayor
A veces yo también quiero ser la hermana menor y descansar el peso del mundo en los hombros de alguien más.
A veces yo también quiero ser la hermana menor y descansar el peso del mundo en los hombros de alguien más.
Si veo hacia atrás y contemplo mi infancia me doy cuenta que nunca tuve una. Y es un patrón que posiblemente esté repetido en cada hermana mayor. No tuve una infancia como la tuvo una hija única y mucho menos una infancia como la tuvo la hija menor, en general no tuve infancia, porque fui obligada a crecer demasiado rápido para convertirme en la tercera figura paterna.
Y no me malinterpreten, yo amo a mi hermana, pero cuidarla a veces resulta(ba) una carga, porque desde pequeña me di cuenta que cuidarla y velar por su seguridad estaba en mi lista de prioridades, poner sus necesidades sobre las mías siempre era una obligación y no una elección.
¿Pero quién cuida a la hija mayor?
A temprana edad aprendí que la hija mayor nunca debe pedir nada: no amor, no dinero, mucho menos atención. Siempre fue demasiado consciente de los problemas que había en casa, siempre tuve que dejar de pedir porque nunca había lo suficiente y si lo había todo debía ser para mi hermana menor porque ella siempre tenía que estar bien.
Gracias a eso crecí con la necesidad de tener el rol de mediadora, mi trabajo y propósito en cada una de mis relaciones siempre ha sido arreglar todo, hacer a los demás felices y ver que siempre se sintieran cómodos, incluso aunque eso costara mi felicidad.
Lo que nadie te advierte es que cuando la hermana mayor crece, la necesidad de ser perfecta la abruma, no por ego, si no porque ella es el ejemplo a seguir y la presión de ser percibida correctamente por todos es una carga demasiado pesada.
Nunca aprendí a celebrar mis logros porque para mi siempre fueron mi obligación, nunca pedí ayuda para hacer algo porque sentí que era una molestia, llevo una vida cargando con el peso de ser el molde perfecto porque la hermana mayor siempre tiene que dar el mejor efecto.
A veces me siento una impostora porque nunca digo lo que pienso y tampoco demuestro lo que siento, ¿cómo podría mostrarle al mundo mis verdaderos colores? ¿cómo podría enseñarles mis partes feas? la simple idea de contemplar en hacer eso me pone enferma, porque si no soy perfecta nadie me querría.
Entre mis sueños más profundos está encontrar a alguien que me vea de verdad, que mire a través del personaje que interpreto, que observe mis piezas rotas y me ame por ellas. Que me escuche quejarme sin criticarme, que pueda pasar horas escuchándome hablar de lo que me gusta. Que me quiera por quien soy, no por el personaje que interpreto.
Al ser la hermana mayor todos te ven como el mueble perfecto para depositar sus problemas porque saben que los terminaremos resolviendo. Pero es cansado. Es cansado cuidar todo el tiempo a los demás, es cansado escuchar sus quejas y es cansado ser utilizada porque saben que siempre dejaremos todo de lado para ayudarlos.
Siempre me encuentro en un estado de confusión, de cansancio, de simplemente querer desaparecer para ya no interpretar este papel.
Y si pudiera elegir cambiar mi rol como hermana mayor la verdad es que no lo haría, porque sé que hago un buen trabajo, porque la felicidad de mi hermana hace que todo valga la pena.
Pero en ese rincón de mi cabeza hay una voz que susurra siempre por lo bajo el deseo de aunque sea por solo un día saber qué se siente ser la hermana menor.
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No se podía describir, ni explicar mejor, soy hermana mayor de 3 hermanos y es tal cual. Gracias por poner en palabras lo que a veces me cuesta expresar.
Hace mucho buscaba leer algo como esto. Lo siento tal cual, la verdad que el papel de hermana mayor que nos imponen desde temprana edad nos cambia en todo sentido, como si fuéramos mamás sin elegir ser. Y a veces es tanta la responsabilidad, que reprimimos nuestras emociones o no disfrutamos tanto como personas de nuestra edad cercanas. Igualmente es como decís, no es una queja sólo que nunca se toca este tema para hablarlo.